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La esclavitud infantil: ¿pasado o presente?

Laura Sánchez Guijarro. Departamento Legal FIBGAR

Madrid 16 de abril de 2015. Hoy se cumplen 20 años de la muerte de Iqbal Masih un niño de 12 años asesinado por las mafias de la industria textil en Pakistán. Un niño que con tan sólo cuatro años fue entregado por su padre al patrón de una fábrica de alfombras para saldar una deuda de su familia. Masih consiguió escapar de la fábrica y denunciar la situación de esclavitud en la que vivían muchos niños y niñas de la región convirtiéndose en adalid de la lucha por la defensa de los derechos de esos niños y niñas.

Hoy se conmemora ese trágico suceso que sacó a la luz la realidad que hoy día sufren, según datos de UNICEF, alrededor de 158 millones de criaturas. Sin embargo, ¿todo el trabajo infantil supone explotación? Según UNICEF el trabajo infantil (de los menores de 18 años) supone explotación en función de si éste excede un máximo de horas según la edad del niño; si supone una explotación económica; o si conlleva un perjuicio para la salud, la seguridad o la moral de los menores. Pero ¿es esto realmente justo? ¿Acaso los menores tienen el poder de decidir en qué trabajan, cómo y dónde? 

A nivel mundial, niños y niñas sufren la explotación en muy diversas actividades: el trabajo en la agricultura (grandes plantaciones de algodón y cacao, por ejemplo), el servicio doméstico, la trata y la prostitución, la fabricación de alfombras y textiles, la explotación de minas y canteras, la fabricación de ladrillos y el trabajo como soldados. Paradójicamente, el servicio doméstico es considerado de menor peligro y para muchos como una buena oportunidad ya que no pueden permanecer con sus familias debido a los bajos recursos con los que cuentan. Sin embargo, suele ser fuente de grandes abusos. Muchos pequeños (sobre todo niñas) son separados de sus progenitores y llevados a casas donde, de forma encubierta, son víctimas de abusos físicos, psíquicos y sexuales.

Una realidad que lacera la sociedad

Creemos (o queremos creer) que la esclavitud ha sido abolida y que esa relación de prestación de servicios de una persona hacia otra en términos de propiedad ya no existe. Desgraciadamente, la realidad es otra y la esclavitud sigue lacerando nuestra sociedad, aunque de forma más encubierta.

Las grandes empresas y las multinacionales que buscan producción a muy bajo coste, la extrema pobreza que lleva a las familias a la necesidad de poner a trabajar a todos sus menores para conseguir el sustento necesario, o la baja escolarización son lacras que hacen de la esclavitud infantil un círculo vicioso difícil de romper.

Pero ¿por qué sigue ocurriendo esto en pleno siglo XXI? ¿Por qué después de la abolición de la esclavitud, de la creación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, de los Convenios de la Organización Internacional del Trabajo sobre la eliminación de las peores formas de trabajo infantil o sobre la edad mínima para trabajar siguen ocurriendo estas vergonzosas violaciones de los derechos de la infancia?

Podemos poner el punto de reflexión sobre la falta de voluntad política, sobre el desequilibrio económico entre norte-sur, sobre la discriminación entre hombres y mujeres o entre personas de distinta raza, etnia o religión, o el bajo presupuesto dedicado en muchos países a la educación y a la protección de la infancia. Las causas parecen tasadas y conocidas, ¿es que nadie ha intentado superarlas?

Por supuesto que sí: organizaciones internacionales, gobiernos, las ONG, la sociedad civil… Son muchas las iniciativas que se han llevado a cabo pero los resultados siguen siendo insuficientes. En los últimos años ha tomado importancia en el campo de los derechos humanos la litigación estratégica con el objetivo de hacer hincapié en los diversos problemas de amenazas y violaciones de derechos humanos. Esta litigación supone la presentación de casos ante las instancias judiciales de los Estados con el objetivo de tener impacto en todos los sectores de la sociedad, sacando a la luz violaciones de derechos humamos y fomentando su protección a todos los niveles. Esta estrategia está siendo vital y está consiguiendo grandes resultados en la defensa de los derechos fundamentales.

Los llamados Objetivos del Milenio de la ONU que deberían haberse alcanzado este 2015 están altamente relacionados con el trabajo y la esclavitud infantil. El desarrollo de nuestras sociedades va de la mano del desarrollo de la infancia en las condiciones que permitan su crecimiento y bienestar y no podremos alcanzar ningún objetivo hasta que no eliminemos las lacras que merman las condiciones de vida de los niños y niñas y la explotación infantil. Pero no lo hagamos sólo por los niños y niñas del futuro, sino por los del presente que hoy tienen derechos.